Dentro de nuestra complejidad psicológica muchas veces quedamos perdidos sobre la forma correcta de actuar o cómo posicionarnos delante de las situaciones de la vida.
Los maestros nos señalizaron varios delitos que debemos evitar para no sucumbir a las sus consecuencias. Pero, en nuestra vida cotidiana las elecciones que necesitamos hacer, las posturas que debemos tomar, son exclusivamente nuestras y así pues son reglas que necesitamos para vivir y actuar conscientemente.
Estudiemos la auto consideración y sus muchas facetas. Este ego es quien orquesta nuestras relaciones e interacciones con las personas.
El “Yo” de la auto consideración, consiste en un estado de identificación consigo mismo, y carga un trazo llamativo, mirar nuestro foco, nuestra atención al impacto que estamos produciendo a nuestro entorno, provocado por nosotros mismos.
Hoy, es común que las personas hablen de sí el tiempo todo en las redes sociales, que expongan sus vidas. Veamos que allí mismo en nuestro perfil, puede estar contenido el material necesario para entender aspectos radicados en nuestra psique, aquello que nos representa, el lugar donde descansamos psicológicamente o aún, aquello que nos hace falta y necesitamos validar.
Lo que queremos mostrar al mundo cuando hacemos un post? Lo que queremos que piensen de nosotros? Nosotros "somos portadores” de aquello que queremos tornar transparente, o eso nos falta?
Son preguntas que nos llevan de encuentro con resortes internos que el ego acciona y que casi siempre evitamos dar atención.
Si mostramos aquello que tenemos y eso nos da seguridad, ahí reposa nuestra fragilidad, el punto en que descansamos. Si acaso mostramos algo, que en el fondo sentimos que no tenemos, ahí se encuentra también nuestro dolor o tal vez, nuestra búsqueda vana...
Las reflexiones que obtenemos de estos cuestionamientos, pueden darnos pistas sobre los caminos adoptados por la auto importancia dentro de nosotros. Señalizando sus detalles, mostrándonos a qué hora ella cuenta bravatas, nos enalteciéndonos, hora nos deprime, nos victimizándonos o nos coloca psíquicamente como alguien especial o como dignos de piedad, alguien que está siendo agraviado. Parecen cosas opuestas; pero son dos lados de una misma moneda.
Cuando hablamos todo el tiempo de nosotros mismos, cuando nos insertamos en los triunfos ajenos dándonos una participación indebida, cuando criticamos nuestros semejantes (en la presencia u en la ausencia de los mismos) colocándonos como “los dueños” de la verdad, estamos tomados por la auto importancia.
La queja, la reclamación es hija de la auto piedad. Es un acto pasivo que prolonga el descontento y no crea soluciones. No debemos jamás alimentar el hábito de reclamar. Cuando movemos nuestro foco del amor-propio para Esencia, comenzamos a sentirnos gratos por las cosas simples de la vida, pasamos a ver lo que tenemos en vez de enfocar en lo que nos falta.
Cuando siempre atribuimos culpas y no admitimos nuestros fallos, cuando no nos disculpamos por los errores cometidos, cuando necesitamos ser el dueño de la última palabra, estamos dominados por la misma auto consideración.
Aún, cuando tenemos dificultad en decir “no” las solicitudes que no nos gustaría atender, cuando no sabemos limitar el otro y dejamos que nos controlen por medio de chantajes, cuando hacemos todo para agradar nuestros semejantes, estamos tomados por el “Yo” del amor-propio. Finalmente, si dijéramos “no” a esta persona ella podrá cambiar su parecer a nuestro respeto o incluso hablar de nosotros.
Cuando nos cobran, nos culpan, critican o corrigen muchas veces nuestro mundo interior entra en colapso y pasamos días absortos en un proceso de charla originada por el auto importancia herida. Y en este estado interno, generalmente nos identificamos con el ocurrido, como aquel que no fue respetado, humillado, avergonzado. Así, gastamos una cantidad absurda de energía y perdemos el foco del que nos es esencial: el despertar.
La causa de irritarnos cuando somos interrumpidos, es la misma de cuando interrumpimos las personas cuando están conversando: El amor propio.
Cuando exigimos disculpas, satisfacciones, cuando somos inseguros para manifestar nuestro punto de vista por miedo de la reprobación, cuando nos sentimos rechazados, estamos dominados por el auto importancia.
La auto consideración nos fija en nuestro dolor. Si paramos por un instante y miramos para los lados, veremos que todos sufren y que existen personas que luchan con dolores mayores y peores que las nuestras...
“El sentimiento de que a uno le deben, el dolor por los males que los otros le causaron, etc., detiene todo progreso interior del alma.” V.M. Samael Aun Weor
Cuando dejamos de mirarnos (auto-observación), de oírnos (intuición y conciencia) y pasamos a estar pendiente sólo del que nuestro entorno solicita, con el único fin de ser aprobados y aceptados, de recibir “palmaditas en la espalda”, estamos tomados por la auto consideración.
Oírse, respetarse, validarse, pasa por un proceso de reflexión sobre aquello que toleramos. Sin embargo, en este caso, tolerar no se refiere la virtud y sí, aquello que tragamos, por creer que debemos soportar (ego tirano) o por buscar una aprobación externa (auto consideración).
Todo lo que tragamos sin pasar por la conciencia (transformación de las impresiones), se hará frustración y una reacción futura. En este caso el “Yo” de la auto consideración tomará esta situación para sí y a comentará mentalmente hasta que estemos exhaustos, completamente victimizados, adormecidos y tan consumidos por la auto piedad, que no restará espacio para la conciencia actuar. El desfecho será una explosión de culpas imputadas y acusaciones, que sólo causan tristezas y resentimientos.
El hecho es que cuando traemos el foco para dentro de nosotros y nos sustentamos en nuestra conexión con el Padre y Madre internos y no en los sentimientos de auto consideración, nos vamos convirtiendo menos vulnerables a las reacciones de nuestros semejantes.
Así comenzaremos a transformarnos y a salir del estado de identificación externa, pues la auto consideración nos fija en la búsqueda por la aprobación del otro, buscando ilusoriamente en el retorno de nuestros semejantes la cumplimentación de nuestros vacíos, la cura de nuestros dolores, la platea para nuestras proezas. Cuando comenzamos a separarnos de este defecto, restablecemos la conexión con nuestras partes del Ser, pasamos a ser nutridos de dentro a afuera.
Todas las mañanas debemos comenzar nuestro día sosteniendo en las manos de nuestra Divina Madre y pedir que ella empuñe su espada, para iniciar nuestra batalla para rescatarnos la conciencia, amparados en su Amor. La otra mano, daremos a nuestro Padre Interno y seguiremos nuestro día protegidos por su mirar, su orientación. Nuestros Padres Internos ansían que veamos estos “Yoes” que adormecen profundamente nuestra conciencia, que nos consumen diariamente en sus procesos, que sacan nuestra claridad y nos enredan en sus necesidades y no permiten que la Esencia disfrute libre. El ego siempre posicionará nuestros Padres Internos lejos, bien en lo alto, inaccesibles! Mientras, en verdad, ellas están aquí a nuestro lado, aguardando que recordemos de nuestro trabajo, esperando que hagamos esa conexión y abramos el canal para que el auxilio llegue.
Paz Inverencial!
*Colaboración: hermanos gnósticos del S.O.S.