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El EGO TÍRANO

 

Hoy llevaremos nuestro enfoque a un aspecto que podemos llevar en nuestra psicología en mayor o menor grado y que trae mucho daño en nuestro camino hacia el despertar.

 

El ego que estudiaremos se comporta como un duro juez interno, que nos critica, nos desvaloriza, pronuncia juicios y regaños y siempre tiene en la mano una lista de cosas pendientes por hacer, y que en nada se refiere a la voz de la conciencia.

 

Puede haber sido originado, o reforzado, por algún trauma infantil que haya generado en nosotros un complejo de inferioridad, y a partir de él creamos una autoexigencia, un perfeccionismo castrante que se opone a nuestra espontaneidad.

 

En posesión del conocimiento gnóstico, este "yo" ocupa el lugar de la conciencia, minando nuestras fuerzas y legitima su acción utilizando de forma arbitraria y distorsionada la enseñanza, con la intención de aniquilar de nuestro psiquismo 

psiquismo cualquier perspectiva de  avance, desmoralizándonos, conduciéndonos siempre al fracaso y subestimando los esfuerzos realizados para superar las debilidades que arrastramos.

 

 

Ejemplos:

 

*Nos recordamos a nosotros mismos en medio de nuestra jornada laboral, activamos nuestra esencia y disfrutamos de un destello de alegría. En este momento, este ego aparece con sus juicios: "¿pero por qué eres feliz? Apenas has pedido la muerte en la marcha de hoy". Sacándonos del estado en el que estábamos y saboteando nuestra reconexión.

 

*Cuando cerramos nuestra práctica diaria y este ego nos susurra: "esta práctica no fue buena, ¡mira qué poco tiempo estuviste concentrado!"

 

*Muchas veces abrimos los ojos por la mañana, y ese "yo" viene a nosotros, torturándonos, haciéndonos ver nuestros retos diarios como montañas insuperables, sugiriéndonos que no somos capaces, que las cosas pueden no salir bien y así nos dejamos llevar por el miedo y la ansiedad.

 

*Esa voz que nos clasifica como ridículos o inadecuados cuando somos espontáneos y auténticos.

 

El objetivo de este ego es sabotear nuestro camino hacia el despertar, porque su crítica destructiva invalida todos los éxitos ya alcanzados, todos los buenos momentos y conquistas. Aparece en la ocasión en que aparece la esencia (inundándonos con su bienestar característico) y con su discurso basado en lo inmerecido, en la condena por los errores cometidos y los triunfos no alcanzados, nos inunda con su entorno condenatorio, por lo que nos sentimos incapaces y abandonamos el estado de ánimo

 

Este yo le quita la ligereza a todo, siempre actúa con dureza y rigidez, lastra la espontaneidad. Para él, nada es bueno, es un perfeccionista, todo lo convierte en preocupación, ansiedad e insatisfacción, con sus expectativas demasiado altas, con su pesimismo, sarcasmo y exigencias que le caracterizan, que impiden sentir gratitud por las cosas simples y espontáneas de la vida.

 

Con la túnica de juez, este "yo" juzga, condena y castiga, haciéndonos creer que no somos dignos de amor, felicidad y compasión. Es un tirano interno, incapaz de permitirnos el autocuidado, el autorrespeto, la amabilidad hacia nosotros mismos.

 

Necesitamos tratarnos bien íntimamente, acoger nuestras demandas, escuchar nuestra esencia, que se nutre de alegría, de ligereza, de belleza, de transformación y de amor. Porque entonces este estado de amor reverberará en nuestras vidas.

 

No cosechamos nada hiriéndonos con etiquetas negativas, siendo duros y destructivos con nosotros mismos. Esto sólo refuerza nuestro complejo de inferioridad y de no merecerlo. Tenemos que tener empatía, afecto y aceptación con nuestro lado divino, para valorar nuestros esfuerzos.

 

Muchas veces, por acción de este "yo" menospreciamos y no vemos nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales. Es este "yo" el que nos hace realizar una tarea obstinadamente sin darnos cuenta de que tenemos sed, de que ya estamos cansados, de que deberíamos parar, hacer una pausa.

 

Otras veces, cerramos los ojos y sentimos el sol bañando nuestra piel con su luz, la brisa fresca moviendo las hojas de los árboles, en ese momento de deleite, de agradecimiento, es el ego que viene a recordarnos la cuenta que tenemos pendiente de pagar... es un aguafiestas (que se esconde en el sentido de la responsabilidad), que siempre busca algo que nos aflija, una tarea pendiente, inaplazable, porque no nos permite estados de contemplación, de alimentación de la esencia.

 

Si permitimos que este ego juzgador sea el gobernante de nuestro mundo interior, no pasará mucho tiempo antes de que alguien externo a nosotros aparezca en nuestras vidas para desempeñar el mismo papel y dilucidar (sacar a la luz) esta cuestión. Ya sea en el ámbito laboral, en nuestro hogar, en un amigo, en un familiar o en una enfermedad que es el resultado de tantas dificultades...

 

A veces, también, el "tirano" se hace tan fuerte que después de devastarnos íntimamente (y lo validamos), dejándonos con sentimientos de frustración e incapacidad, este "yo" puede fijarse en nuestra personalidad, volviéndose hacia afuera y comenzamos a actuar con esta severidad hacia las personas que nos rodean, siendo crueles en nuestras palabras, juicios y actitudes. Así que, si estamos acostumbrados a juzgar, criticar, depreciar, invalidar, ser exigentes y perfeccionistas, sin compasión, en algún sector de nuestra vida social, ¡miremos dentro de nosotros mismos! Porque la dureza que se exterioriza se practica primero con nosotros mismos. En otras palabras, si empezamos a enfocar la marcha de la muerte en estos procesos de auto-tirmanía, esto afectará rápida y directamente la forma en que tratamos con los demás.

 

Es importante que diferenciemos entre el "yo" del amor propio y la autoestima interior, que sería la contrapartida saludable del asunto. Una persona con un gran amor propio (ego), generalmente tiene una moral muy baja o un complejo de inferioridad y trata de compensar esto intentando demostrar que es fantástico para sí mismo y para los demás.

 

Mientras que alguien que cultiva su esencia, se valora espiritualmente, conoce sus virtudes y debilidades, no pierde el tiempo dando fuerza a las ideas de autodesprecio. Porque la conciencia tiene la percepción de nuestras faltas y nos señala lo que debemos reparar para avanzar, en un proceso constructivo, donde se crean estrategias y disciplinas para superar los obstáculos. Esto viene acompañado de fuerza y esperanza, para poner en práctica nuestros planes.

 

Hay que desenmascarar a este tirano, eliminarlo de nuestra estructura psicológica, porque este "yo" nos ata a nuestras faltas y nos deja tan desmoralizados que no avanzamos, nos quedamos ahí, sufriendo estancados. Y esto no significa ser indulgentes con nuestros errores, significa cuidarnos, querernos, nutrirnos de cosas buenas, entender que ese afecto por nosotros mismos es saludable y, sobre todo, debemos actuar.

 

Si cometemos un error, debemos acallar el discurso interior que nos baja la moral y no nos lleva a ninguna parte y trazar inmediatamente la estrategia para corregir nuestro fallo. Si nos enfadamos con alguien y decimos cosas duras y crueles, en lugar de pasar horas justificándonos o recriminándonos, según el yo en acción, debemos actuar. En ese momento pedimos inmediatamente la muerte, nos realineamos y nos dirigimos a la persona para disculparnos por la actitud hostil, además de estar absolutamente atentos al discurso destructivo interno referido a la falta cometida, que insistirá en suceder.

 

“No son las pérdidas y las caídas que pueden hacer fracasar nuestras vidas, sino la falta de coraje para levantarse y seguir adelante.” (Samael Aun Weor)

 

¡Debemos y tenemos que persistir! No podemos rendirnos por el estado de abatimiento que nos impone ese "yo" que nos lleva al suelo, arrastrándonos a nuestra cárcel íntima, donde muchas veces lloramos, dando razón a las sentencias desmotivadoras de ese "yo".

 

La esperanza del gnóstico vive en el ahora. Pero hay que esperar sin esperar nada, sin ansiedad. Conscientes de que cada nueva situación que se nos presenta es nuestra próxima lección.

 

Somos parte de un "Ser" absolutamente Divino, instrumentos de este "Ser", tenemos una gran tarea y para ello contamos con todo el apoyo de nuestras Partes Internas y de la Logia Blanca. Es muy injusto dar crédito a ese "yo" que nos quita valor interior.

 

Si no valiéramos nada no estaríamos en esta búsqueda. Si buscamos el camino de la Luz, es porque nuestro Padre Interior ve la esperanza en nosotros y nos empuja hacia ella. Si el impulso llega y cristaliza en nuestro pecho, es porque hay comunicación entre el Íntimo y la esencia. Seamos un buen instrumento de nuestro Padre, luchemos por hacer su voluntad, manteniendo nuestra conexión con Él de momento a momento y muriendo a todo lo que es ego.

 

No debemos retroceder, ¡muerte a la tiranía interior!

 

Paz Inverencial!

 

 

*Colaboración: hermanos gnósticos del S.O.S.