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EL YO DEL AMOR PROPIO

 

Todos llevamos un rasgo psicológico que necesita ser descubierto para finalmente dejar de ser lo que siempre fuimos.

 

La dura verdad es que a menudo, ante el caos de las tormentas psíquicas que reinan en nuestro interior, no tenemos la más remota idea de las características que realmente nos componen.

 

La gente que vive con nosotros llegan a vernos de una forma más objetiva que nosotros mismos. Podemos utilizar los comentarios que hacen sobre nosotros por los miembros de nuestro círculo de coexistencia para tener una pista e investigar lo que ciega y embota nuestra conciencia. Por lo tanto, el estudiante gnóstico debe estar siempre abierto a la reflexión cuando se enfrenta a una queja de los demás, ya sea dulce o dura, para aprovechar esta oportunidad de conocerse a sí mismo.

 

Asumiendo que lo que más nos adormece es lo que necesitamos morir para hacer luz, parece poco probable que algo propere. Después de todo,  ¿cómo  veríamos  el  yo  que

más nos ciega?

 

Sin embargo, el ego siempre deja su rastro, incluso aquel con el que más nos fusionamos y fraternizamos, lo que nos adormece hasta el punto de que no podemos verlo actuar. ¡El hilo de la madeja consiste en percibir lo que nos molesta, nos asalta, provoca reacciones y juicios, con relación la forma en que nuestros semejantes actúan y morir para eso! Haciendo esto, abriremos el espacio, creando conciencia y, con seguridad, pronto nos sorprenderán las manifestaciones del mismo defecto que criticamos en el otro.

 

"El despertar o la vigilia de la que hablo es difícil, pero no imposible. Es un continuo paseo a ciegas durante mucho tiempo hasta que logramos comprender nuestras falacias. Pero el gran momento llega para aquellos que mantienen vivo el esfuerzo". (El vuelo de la Serpiente Emplumada)

 

Cuando comenzamos el trabajo de auto-observación, estamos caminando a ciegas, a tientas en la oscuridad, ni siquiera sabemos cuál es la luz que ciertamente nos habita.

 

A menudo veremos nuestra vanidad con el telón de fondo de aceptar ilusiones caprichosas sobre nosotros mismos, creando fantasías sobre nuestro progreso espiritual.

 

Observemos nuestra vida y hagamos una reflexión: ¿Qué se ha estado repitiendo sistemáticamente, años tras años? ¿Qué dificultades experimentamos en la vida familiar, en el trabajo? ¿Qué problemas nos llegan, como por encanto?

 

Nuestra psicología necesita alimentarse y atrae telepáticamente los medios para que esto ocurra.

 

Basándonos en esta información, tenemos un mapa de las disciplinas que necesitamos introducir, para aniquilar esta segunda naturaleza que mantiene nuestra conciencia atrapada y nuestros pies atados al suelo. ¡Somos almas y necesitamos liberarnos de estas corrientes para desarrollar todas las posibilidades de crecimiento espiritual para poder volar!

 

Hay muchos defectos que nos impiden avanzar a grandes pasos hacia el despertar de la conciencia y hoy estudiaremos uno de ellos, el amor propio.

 

Este defecto ha construido en nuestra psique una imagen de sí mismo, y como podemos pensar en lo que nos gusta, está ciertamente lleno de caprichos y medias verdades.

 

Cuando se nos provoca a la imagen de sí mismo, iniciamos una conversación interna que aumenta nuestra indignación y la convicción de que nos han hecho tontos, irrespetuosos, despreciados, agraviados, etc., se ramifica en otros defectos y culmina en un acceso de ira.

 

Cada día, nos movemos, nos comportamos y actuamos, coordinados por este ego. Es el ego el que está frente al espejo por la mañana evaluando si la ropa elegida es adecuada, para causar una buena impresión en los demás. Preocuparse por el impacto que tenemos en los demás, si somos agradables, por lo que piensan de nosotros, son evaluaciones que hacemos a diario sin darnos cuenta de que se guían por el amor propio. Y es este mismo yo el que repite en nuestra mente, cada alabanza y referencia que hacen a nuestra persona.

 

Este yo busca el reconocimiento y a menudo se disfraza en diálogos internos (o externos) en defensa de nuestros logros no reconocidos, comparándonos superlativamente con otros, o en justificaciones tales como: "no entienden las dificultades que estoy atravesando".

 

Cuando nos encontramos con personas que nos desvalorizan, se ríen de nuestras ideas, señalan nuestros errores, nos desgarramos por orgullo, nos sentimos exhaustos por el desgaste de nuestra importancia personal, lloramos de impotencia y caemos en un estado de melancolía por la profunda pena que sentimos por nosotros mismos. Raro es el que permanece alegre y sereno en tales circunstancias.

 

Lo que nos debilita es sentirnos ofendidos por las faltas de nuestros semejantes. El amor propio hace que pasemos gran parte de nuestra vida resentidos con alguien. Esto es una gran pérdida de tiempo y genera un enorme gasto de energía.

 

Incluso sentimos el odio de los que nos oprimen. De hecho, se necesita muy poco para ofendernos, todo lo que se necesita es una sonrisa amarilla (Smiley Face) o ser ignorado, lo que ya comienza nuestro sufrimiento... Nos tomamos demasiado en serio en nuestras acciones y sentimientos.

 

Mientras estemos hipnotizados por la autocompasión, no hay posibilidad de avance espiritual. Mientras nos quejemos como niños pequeños ante las injusticias sufridas, discutiendo y defendiendo nuestro punto de vista hasta la última consecuencia, pagando al otro con la misma moneda, sentimos antipatía por aquellos que no nos devuelven un saludo con la debida reverencia, tendremos nuestra psique en la mano de este ego.

 

Querernos tanto, como si el mundo nos debiera todo, no es un signo de autoestima. Muestra un enfermizo apego a nosotros mismos. ¿Cómo puede alguien ver la crudeza de su realidad interior defendiéndose tan apasionadamente? ¿Buscando culpabilidad por cada dolor, cada error, cada desorden?

 

De una vez por todas tenemos que enfrentarnos a nuestra existencia con responsabilidad y ver que no somos víctimas ante ninguna desgracia, porque de hecho nuestra vida es el resultado de las elecciones que hemos hecho, basándose en la psicología que llevamos.

 

- ¿Nuestro matrimonio es un infierno?

 

- ¿Nuestra casa reina las peleas?

 

- Nuestro jefe está insatisfecho, ¿sólo nos critica?

 

- ¿No todos los servicios que contratamos nunca van como se espera?

 

- ¿Nos sentimos rodeados de gente incompetente?

 

- ¿Tenemos la sensación de que siempre abusan de nuestra buena voluntad?

 

- ¿Pasamos nuestros días quejándonos de todo y de todos?

 

- ¿Acusamos a nuestros hijos (madre, padre, esposo, hermano...) de quitarnos la paz?

 

- ¿Robamos” el éxito de los que aprenden algo con nosotros, de los que nos suceden, atribuyendo sus triunfos a lo que les enseñamos?

 

Si reflexionamos, veremos que toda esta pregunta está basada en el Amor Propio.

 

Somos tan narcisistas que muchas veces no sabemos cómo mantener a nuestros hijos delante de una conquista, sin robarles el mérito de su triunfo. Cuántas veces, ante la victoria de un niño, le decimos implícita o explícitamente: "tus méritos se deben a mí, porque si no fuera por mí no serías quien eres", lo que demuestra lo mucho que este ego nos incapacita para ver al otro.

 

Tal psicología es un campo estéril para el Amor...

 

La victimización, el amor propio, el orgullo siempre nos lleva a la ira y al resentimiento. Los primeros crean los argumentos para la existencia de los segundos, llenos de las justificaciones más fundamentadas. Estas abominaciones que llevamos nos conectan directamente con el quinto círculo dantesco de la naturaleza.

 

"El sentimiento que se nos debe, el dolor por los males que otros nos han causado, etc., detiene el progreso interno del alma." (V.M. Samael Aun Weor)

 

Es cierto que vivimos en un mundo de injusticia y sufrimiento. ¡Y ante estas circunstancias comunes a toda la humanidad, lo que debe diferenciar a los estudiantes gnósticos es el hecho de que ya no nos posicionamos como víctimas, sino que debemos actuar como guerreros y utilizar los acontecimientos de la vida para transformarnos!

 

Hoy en día, nuestra vida es una interpretación que hacemos según el punto de vista del ego que está actuando. Trabajando en el amor propio, descubriremos que a medida que muramos a este ego y veamos nuestra vida de manera diferente, todo comenzará a suceder de manera diferente.

 

Liberados de este punto de vista distorsionado, nos daremos cuenta de lo mucho que tenemos que agradecer. Encontraremos un estado de aceptación, donde reinaban sentimientos de frustración, angustia y melancolía. Porque abriremos el espacio interior para nutrirnos del amor del Padre, el amor que nos enseña, a menudo por caminos que no conocemos, pues es Él quien nos conduce por el camino estrecho...

 

¡Nuestro cambio es definitivo para la transformación de lo que nos rodea!

 

¿Pasamos toda la vida sufriendo, amasando la misma arcilla y nunca nos transformamos en un ánfora del Gran Señor Oculto, a quien Jesús llamó el Padre?

 

Para ser un ánfora necesitamos pasar por el fuego purificador de nuestra Madre Divina.

 

"Las excusas, la plena satisfacción y las humillaciones que exigimos a los demás por los males que nos han causado también se nos exigen, aunque nos consideremos ovejas mansas (...)

 

Es urgente, indispensable, inevitable, colocarnos inteligentemente bajo las maravillosas influencias del trabajo esotérico gnóstico, olvidarnos de que nos deben y eliminar en nuestra psiquis cualquier forma de autoconsideración". (V.M. Samael Aun Weor)

 

¡Amigos, cuestionemos nuestras certezas! La autoconsideración crea una falsa realidad dentro de nosotros, un mundo ilusorio en que somos las figuras centrales, donde la razón está siempre de nuestro lado, o sea, ora somos héroes, mártires o víctimas.

 

"Si nos ponemos en el lugar de los demás, descubrimos que los defectos psicológicos que les atribuimos a los demás, los tenemos en abundancia en nuestro interior.

 

Amar al prójimo es indispensable, pero no podríamos amar a los demás si no aprendiéramos primero a ponernos en la posición de otra persona, en el trabajo esotérico". (V.M. Samael Aun Weor)

 

Tanto poder, tanta transformación en algo que, al principio, no parece importante...

 

Aprender a ponerse en el lugar de los demás nos enseña a Amar...

 

¡Paz Inverencial!

 

 

Colaboración: hermanos gnósticos del S.O.S.