EL SECRETO DEL TIEMPO – Parte 2
A la luz del concepto de la relatividad del tiempo, comprendemos que el tiempo no es una línea recta ni una medida universal, sino una vibración que se amolda a la conciencia de quien lo percibe. Cuando entramos en el ámbito de las leyes superiores, comprendemos que el tiempo se dilata o se contrae según el grado del despertar interior. Así, al intensificar el trabajo interno de los tres factores de revolución de la conciencia, trascendemos las limitaciones de la materia y accedemos a dimensiones donde el tiempo deja de aprisionarnos y se convierte en un instrumento de evolución del alma.
Podemos reflexionar sobre por qué hay momentos en los que el tiempo parece pasar más lentamente y otros en los que parece pasar rápidamente. Entonces surge la pregunta: ¿hasta qué punto esta diferencia es real o solo mental y hasta qué punto la relatividad o los lapsos de tiempo pueden ayudarnos en el trabajo interior?
Comprender el funcionalismo de la relatividad puede ayudarnos en el trabajo interior, ya que estamos librando una batalla contra el tiempo, en el sentido cronológico, antes de que llegue el fin de la humanidad. Como ejemplo, para que podamos comprender la relatividad del tiempo, comencemos por visualizar de forma alegórica el siguiente escenario:
En la imagen, un hombre camina lentamente del punto A al punto B, una distancia de 5400 m, a una velocidad constante de 1,5 m/s, mientras que un avión recorre la misma trayectoria, por encima de él, a 250 m/s.
Ambos sincronizan sus relojes cuando el avión pasa por el punto A. Cuando el hombre llega al punto B, su reloj marca 1 hora (3600 s). Después de hacer todos los cálculos, vemos que el avión tarda 21 segundos en recorrer la misma distancia.
Este ejemplo muestra que el tiempo depende de la velocidad del movimiento, la posición y la perspectiva de quien lo observa. Para el hombre, el camino es largo y lento: experimenta cada paso. Para el piloto, todo sucede casi en un instante: recorre grandes distancias en pocos segundos. Esta misma idea puede trasladarse al campo de la conciencia: cada persona, a su ritmo y nivel de presencia, percibe el tiempo de forma única.
Al igual que en la teoría de la física, no existe un tiempo absoluto en la vida humana. Cuando estamos acelerados, ansiosos o centrados en el futuro, el tiempo parece agotarse. Cuando estamos conscientes, presentes y atentos al instante, el tiempo se expande.
La relatividad del tiempo, por lo tanto, no es solo una ley de la naturaleza, sino también un espejo de la conciencia: cuanto más elevada y despierta se vuelve, más deja de ser el tiempo una prisión y se convierte en un simple movimiento dentro de la eternidad del ahora.
En esta otra imagen, la mitad de ella está dentro de un tren (con un niño sentado, tranquilo, en un ambiente estable). La otra mitad muestra la vista desde la ventana, con el paisaje moviéndose rápidamente, borroso por la velocidad.
Para quien está dentro del tren, sentado, todo parece tranquilo, casi inmóvil, pero para quien está fuera, el tren se mueve rápidamente y así puede presentarse la vida: lo que parece estático para uno, puede parecer un torbellino para otro.
Por lo tanto, la relatividad no es solo física, sino también existencial, y cada ser percibe el mundo desde su referencia interna.
Simbólicamente, esto nos recuerda que el tiempo psicológico también es relativo. Un minuto de dolor puede parecer una eternidad, mientras que una hora de alegría puede parecer un instante. El «tiempo» que sentimos está moldeado por nuestro estado interior, no por el reloj.
Sin embargo, dentro de nosotros hay algo que no se mueve: el Observador, la Esencia o la Conciencia. Ese es el punto fijo en medio de la relatividad de todas las cosas. El universo es relativo y la conciencia es el único punto que realmente representa el momento único presente, como un punto matemático inmóvil en el que convergen las líneas del pasado y del futuro, transformando el tiempo en un instante eterno.
En este camino y en nuestros estudios gnósticos es importante trabajar con ejemplos prácticos para poder aplicarlos a nuestra vida. A continuación, se presentan algunos de estos ejemplos de la relatividad del tiempo en dos circunstancias de la vida:
Cuando atravesamos un momento triste —y quizá ninguno sea tan doloroso como la pérdida de un ser querido por muerte— nos enfrentamos a la profundidad de la existencia y, a menudo, al propio sentido del fin.
Aunque hay otras situaciones capaces de despertar tristeza, esta es, sin duda, la que más nos obliga a afrontar la cruda realidad de la vida.
En esta experiencia de dolor, la mente tiende a ralentizarse. Esta lentitud se produce por varias razones, entre ellas, porque la mente se vuelve intensamente hacia el pasado. Cuando evocamos los recuerdos de la convivencia con quien se ha ido, nos fijamos en lo que ya no puede volver. La muerte pone punto final al presente y al futuro de esa relación; a partir de ella, todo lo que queda existe solo como recuerdo.
Esta profunda identificación con el pasado hace que la mente pierda parte de su agilidad natural, ya que comienza a moverse en un tiempo que ya no existe. Este es el primer factor que hace que la mente se vuelva lenta ante la tristeza.
Además, la mente intenta negar o alejar la realidad. Entonces, ante el impacto de la pérdida, comenzamos, a menudo sin darnos cuenta, a crear dentro de nosotros un mecanismo de protección. Intentamos negar el hecho, como si todo no fuera más que una pesadilla de la que despertaremos al día siguiente. Es un esfuerzo interno por alejar el momento doloroso, por no admitir que realmente está sucediendo.
Este intento de alejar la realidad hace que el tiempo parezca alargarse. Al igual que un avión que, visto desde lejos, parece moverse lentamente, cuanto más intentamos alejar mentalmente el acontecimiento, más lento parece pasar el tiempo. Un solo día puede parecer meses, ya que el impacto emocional distorsiona nuestra percepción del tiempo.
Cuanto más amamos a esa persona, más tiempo pasamos atrapados en los recuerdos. Y cuanto más tardamos en reorganizar la mente y las emociones, más intensamente sentimos esa lentitud, como si el tiempo que transcurre dentro de nosotros fuera diferente del tiempo que transcurre en el mundo exterior.
Por otro lado, cuando pensamos en una situación opuesta, por ejemplo:
Unas vacaciones, un encuentro con personas especiales o una fiesta muy esperada, situaciones por las que contamos los días y que estamos deseando que lleguen, vivimos algo totalmente diferente. Cuando finalmente llega ese momento tan deseado, no queremos que termine; deseamos que dure para siempre.
Es importante aclarar que hay una diferencia entre vivir el presente e identificarse con el momento. Vivir el presente es estar consciente; identificarse con el momento es fundirse con él, olvidándose de uno mismo, desconectándose del Real Ser.
Cuando nos identificamos con el momento, que sea algo muy especial, que nos traiga felicidad, pero si estamos identificados, el tiempo parece encogerse, en este caso un día entero, desde esta perspectiva, podría parecer solo unas horas.
La discusión propuesta no se refiere a teorías cuánticas, sino a la relación entre la mente humana y la percepción del tiempo. Entonces surge la pregunta: ¿hasta qué punto esta experiencia es real? La respuesta es que se presenta como real en la misma medida en que el mundo físico también se presenta como real, dentro de los límites de nuestra percepción sensorial.
El mundo físico puede entenderse como una forma de mente condensada. Dentro de la relatividad de lo que percibimos como realidad, todo esto parece real. Sin embargo, ante una verdad superior —perteneciente a la 4ª, 5ª, 6ª o 7ª dimensión— esta realidad deja de ser una verdad absoluta. En nuestra experiencia humana, funciona como real, pero no lo es cuando se compara con las dimensiones superiores.
Y esto sucede porque nuestra vida se construye a partir de momentos, fragmentos de conciencia que reunimos, interpretamos y llamamos realidad. Nuestra vida es una suma de momentos cuyos protagonistas son los egos. Cada ego tiene un valor determinado para ese momento de la existencia, y es precisamente por eso que la cuestión del tiempo se vuelve tan interesante.
Cada individuo tiene su propio tiempo relativo, determinado por su mente, su corazón, sus valores vitales y sus energías sexuales. Cada uno de estos centros - o “cerebros” internos - contiene una especie de reloj químico-biológico-psicosomático que regula el tiempo individual. Así, la forma en que vivimos y percibimos el tiempo depende directamente de estos centros internos.
A partir de esta comprensión, es posible manejar esta perspectiva íntima del tiempo. Podemos ampliar nuestras posibilidades de transformación y revolución de la conciencia mediante trabajos esotéricos realizados con disciplina, dedicación y devoción.
Las prácticas relacionadas con la disolución de los egos, el silenciamiento de la mente, la meditación y la eliminación de la charla interior permiten modificar la forma en que el tiempo actúa dentro de nosotros. Son estos ejercicios y experiencias los que transforman nuestra relación con el tiempo, favoreciendo el avance interno.
Podemos ampliar significativamente nuestras posibilidades de transformación y revolución de la conciencia cuando realmente nos lanzamos a la práctica. Es necesario trabajar contra la mente, disciplinándola y asumiendo el control. Domamos la mente cuando la entrenamos, cuando no permitimos que el «burro de la mente» nos domine, sino cuando somos nosotros quienes lo conducimos.
Al actuar así, también pasamos a tener el tiempo en nuestras manos. Es posible realizar este trabajo interior independientemente del tiempo que le queda a la humanidad, ya que es precisamente en esta relatividad donde encontramos una clave, un poderoso instrumento a nuestro favor.
También es interesante señalar que, dentro de este terreno de la relatividad, citamos el ejemplo del V.M. Rabolú, que tardó aproximadamente 8.000 días - unos 22 años - en encarnar su Real Ser. Teniendo en cuenta que en la involución podemos pasar al menos 8.000 años para eliminar nuestros egos, de forma mecánica y extremadamente dolorosa, realizando este trabajo aquí y ahora de forma consciente, podemos pasar por este proceso hasta 365 veces más rápido.
Esta superación del tiempo es posible precisamente porque, cuando trabajamos de manera consciente y disciplinada, trascendemos el ritmo natural y conquistamos el "Tiempo Esotérico".
Las principales prácticas que nos llevan a ganar tiempo son la Meditación y la Concentración. La concentración en el corazón es esencial para desacelerar los pensamientos hasta que se alejen por completo, disolviéndose en la lejanía. Cuando esto ocurre, el tiempo comienza a ralentizarse, casi hasta volverse maleable.
Además, este profundo estado de concentración y meditación es capaz de reducir el ritmo de la respiración y los latidos del corazón, como si todo el cuerpo entrara en sintonía con un ritmo más sutil y elevado. En esta vibración serena, el organismo se ralentiza, conserva la energía vital y prolonga la fuerza que sustenta la existencia.
EL TIEMPO DEL FINAL DE LA HUMANIDAD
Siempre que aparecen los “1000 años” en la Biblia, se trata de una expresión alegórica, un símbolo de un período atemporal, no literal. Un ejemplo es la cita de estos 1000 años en el Apocalipsis, cuando San Juan nos dice que el demonio sería encarcelado durante 1000 años, que son simbólicos y representan en realidad varias eras, lo que a su vez tiene que ver con el simbolismo de toda esta renovación.
Otro ejemplo de ello se encuentra en la historia de los 10 patriarcas antediluvianos: el personaje que recibió la mayor longevidad fue Matusalén, descrito como alguien que vivió 969 años, siendo este número una alegoría dentro de la relatividad del tiempo.
El propio nombre Matusalén (Math-Salém) significa "Muerte del Mundo" o «el fin de la humanidad». Este personaje murió el mismo día en que comenzó, según la Biblia, el Diluvio, siendo colocado como una señal, un arquetipo del cierre de un ciclo, un símbolo del fin.
Profundizando en esta perspectiva arquetípica del tiempo, llegamos a los tiempos actuales y a una causalidad cabalística extraordinaria. Al sumar 1000 años a la edad atribuida a Matusalén, llegamos al resultado de 1969 años. Año que consideramos como un hito histórico, dentro del conocimiento esotérico del fin del mundo, cuando la conquista del espacio llevó a la humanidad a violar la ley del Arcano 16.
El 16 de julio de 1969, el hombre partió hacia el "pequeño paso" final de la construcción de su Torre de Babel.
Si sumamos 969 meses a esa fecha, llegamos a abril/mayo de 2050, hito de los 100 años del Juicio Final y del toque de la 5.ª Trompeta por V.M. Samael. El eclipse híbrido del 20/05/2050 es el acontecimiento cósmico que sella todos estos procesos.
Al igual que Noé, en la época del Diluvio, cumplió su trabajo y su misión gnóstica durante 100 años antes de la destrucción de la Atlántida, también hoy se repiten los ciclos.
La Gnosis, los tiempos y las leyes cósmicas regresan en nuevos escenarios, y lo que ocurrió en aquella antigua humanidad resuena de nuevo para esta raza aria, vinculándose a la actuación del quinto ángel y a la misión gnóstica de los dos testigos.
EL RELOJ DE ACAZ
Las Sagradas Escrituras dicen que el profeta Ezequías fue el decimotercer rey de Israel, que asumió el trono tras la muerte de su padre, Acaz. En el decimocuarto año de su reinado, una enfermedad mortal, una llaga en la pierna, le carcomía la carne y sin duda le llevaría a la muerte en poco tiempo.
Ezequías oró y le pidió a Dios, y el profeta Isaías fue enviado a él para que tuviera una oportunidad de curación. Ezequías, desconfiado, puso a prueba las palabras de Isaías y le pidió que el reloj de Acaz retrasara su sombra en 10°, y así se hizo.
El reloj de Acaz era un reloj construido según el modelo egipcio, una escalera de 180 peldaños y, a medida que el sol pasaba por allí, su sombra marcaba peldaño a peldaño el tiempo, los minutos y las horas. Cuando la sombra del reloj se retrasó 10 grados, Isaías le dijo a Ezequías que se le darían 15 años más de vida. En tres días se curó, después de que Isaías le pusiera cataplasmas de higo en la pierna para producir esa curación.
Al estudiar la historia y los arcanos de las situaciones de este episodio, comprendemos que los 10° del reloj de Acaz representan que el reloj se retrasó 15 años, el tiempo extra concedido a la vida de Ezequías. Teniendo en cuenta que el ciclo total del reloj es de 360 grados, tendremos entonces un tiempo relativo dentro de este reloj simbólico de 540 años, ya que cada diez grados del reloj equivalen a 15 años. Ezequías murió a la edad de 54 años, es decir, el 10 % de este tiempo del reloj de Acaz.
Varios simbolismos nos llevan a entender principalmente que el karma de Ezequías era sexual, que perdería su vida por el karma de la fornicación o el adulterio, ya que el arcano 15 representa al diablo, Lucifer, la pasión, y el 54 es el arcano 9, la novena esfera. Los higos también representan los órganos sexuales. Sufrió, pero se le preservó la vida para que continuara cumpliendo su misión durante 15 años más, y así fue.
El Reloj de Acaz está presente en la vida del iniciado, de aquel que está trabajando para que su vida pueda adelantarse o retrasarse.
Por esta época, un acontecimiento cósmico, interno y externo, dio inicio a la intensificación de las fuerzas crísticas y anticrísticas de la naturaleza para que el bien y el mal pudieran definirse de manera más clara dentro de un mundo de entropía y agua tibia.
El 27 de enero de 2015, el reloj de Acaz se retrasó "10°" en el tiempo para que los gnósticos de la generación A (hasta el año 2000) tuvieran una nueva oportunidad de despertar, entregar la tarea y entrar en el camino de la revolución de la conciencia. Así, se nos dieron más "15" años, a partir de esta fecha, antes de que nos llamen a rendir cuentas finales y nos cierren las puertas de la Gnosis para siempre...
Debemos cumplir con nuestro deber con el 11º Mandamiento y hacer que nuestra luz interior brille con el 12º Mandamiento de la Ley de Dios. Esa luz solo puede brillar cuando trabajamos con Lucifer, sin hacer su voluntad, para no caer en sus trampas.
Lucifer es el ángel negro, el ángel caído dentro de cada uno de nosotros. Somos ángeles caídos porque tenemos a Lucifer caído dentro de nosotros y, desde el momento en que comenzamos a levantarnos, Lucifer también se levanta, se va blanqueando hasta brillar y convertirse en un Ángel de Luz.
Eso es lo que él quiere, es el camino que busca para nosotros. Desde el momento en que comenzamos a “levantarnos”, venciendo las tentaciones, Lucifer se convierte en nuestro ángel de la guarda, que nos acompaña en todas las situaciones, en todos los momentos.
Un ángel que se materializa, como un caballo blanco alado, por ejemplo, siempre que necesitamos su ayuda, un ángel que nos oculta y nos protege de los enemigos...
Es imprescindible combatir el desánimo, el pesimismo y la falta de credibilidad. El simple hecho de que hoy busquemos el despertar —o la revolución interior dentro de la Gnosis— ya indica que antes recorrimos el camino de la involución o incluso adelantamos etapas de ese trabajo, o incluso ya lo hemos realizado y ahora estamos caídos o tiramos la piedra al agua (caída espontánea).
Entonces, pasamos a vivir en el mundo de la entropía, donde todo se nivela y la identidad del Ser Real se oculta.
En este estado, nadie reconoce quién es realmente, y todos reciben nuevamente las mismas oportunidades para ascender de nuevo.
La Meditación es como una puerta abierta en el firmamento, una escalera luminosa que se extiende desde la tierra hasta lo Alto, invitándonos a ascender. Es el heraldo del nuevo reloj de Acaz, para que cada uno de nosotros pueda despertar.
Cuando, a través de la meditación, liberamos - aunque sea una sola vez - al genio interior que mantenemos prisionero desde hace eras, ocurre algo extraordinario e irreversible: el Ser despierta. Y, a partir de ese instante, ingresamos para siempre en el camino de la revolución de la conciencia.
El Reloj de Acaz detuvo su marcha y la sombra del sol cesó por un instante, como una señal de la Misericordia Divina, anunciándonos una nueva oportunidad.
Este intervalo sagrado nos fue concedido para que podamos buscar el despertar, aprender a salir conscientemente en astral y entregarnos profundamente a la Meditación. Porque es a través de ella que conquistaremos, paso a paso, todo lo que ya es nuestro por derecho eterno.
Este trabajo debe ir acompañado, evidentemente, de la muerte de los detalles y de la castidad, como parte de la fórmula de nuestro rescate.
¡Paz Inverencial!
Colaboración: Estudiantes Gnósticos de Gnosis para los Pocos / S.O.S.