“Esta es la Gran Batalla de la que habla la Biblia. Esta es la Gran Batalla. Uno contra miles y hay que jugarse el todo por el todo allí”. V.M. Rabolú
Todo gnóstico debe hacer cambios cotidianos en su vida. Ya sea en su forma de pensar, sentir o actuar. Es evidente y muy lógico que las personas con las que convivimos a veces nos conocen mucho más que nosotros mismos. Independientemente de que la persona nos esté juzgando mal o no, de alguna manera estamos mostrando algún defecto, aunque no sea exactamente el correcto.
Ser casto de pensamiento, palabra y obra no es algo que agrade al ego ni a las personas que nos rodean. Sin embargo, no podemos seguir otro camino si queremos llegar a ser verdaderos gnósticos algún día. Tenemos que ser más detallistas y para ello debemos aplicar nuestra propia disciplina individual. Este trabajo es una invitación a esta disciplina y no algo que se nos imponga.
Todo ego tiene su gestación y nacimiento en el centro instintivo-motor-sexual, luego se sostiene con la energía emocional y después pasa al intelecto... La muerte en marcha mata a los egos poco a poco, por inanición... Porque los «yoes» capitales, cabezas y jefes, se alimentan de pequeños «yoes» esclavos que les sirven...
Cuando nos entregamos a la pasión, al apego material y emocional, a las tentaciones o cuando odiamos, sentimos rabia o envidia por el triunfo ajeno, hacemos caer nuestra estrella divina (Esencia), que cae del cielo como una bola de fuego, contaminando venas, arterias, nervios y neuronas, dejando un sentimiento de amargura que puede desembocar en depresión, esquizofrenia o estados de ansiedad o estrés. Mal humor, irritabilidad, apatía, inercia, desdén, mala voluntad... son síntomas de un cuerpo contaminado por la caída de la estrella de la amargura, lo que popularmente llamamos «ánimo bajo».
Cuando esta estrella cae sobre nosotros, nos falta la fuerza, la fe y el coraje para seguir adelante. Es como si toda el agua que bebemos fuera amarga. Lo amargo se opone a lo dulce, a la alegría. Igual que el odio se opone al amor.
El mundo exterior puede y debe ser comprendido y, si es posible, transformado para que nuestro trabajo interior sea más fácil y tengamos ayuda de las diferentes partes de nuestro Ser, de lo contrario sucumbimos antes incluso de empezar cualquier batalla. Debemos aprender a mantener la luz encendida en nuestro interior. Esto significa vivir en un estado de alerta y vigilancia en todo momento. De nada sirve observarnos sólo en los momentos críticos, de conflicto, discusión o excitación... Cuando llegamos a este punto, ya nos hemos identificado y las impresiones han entrado en nosotros sin ser transformadas... es decir, no ha habido comprensión de ese defecto, ni recuerdo de sí mismo.
Además de nuestra Esencia, hay diferentes partes de nuestro Ser actuando en nuestros vehículos inferiores y una de ellas se llama Madre Divina, cuya misión es desintegrar los defectos psicológicos con una lanza que ella posee. La Madre Divina por sí sola no puede hacer mucho por nosotros, porque para que un Yo muera, tiene que haber un trabajo previo, donde prevalezca el poder de la voluntad, la esencia del entendimiento y la autocrítica... Sin esta luz inicial, sería como si la Madre Divina violase nuestro libre albedrío o trabajase mecánicamente.
Los defectos son un montón de personajes que llevamos dentro de nosotros. Cuando nos encontramos hablando mentalmente con nosotros mismos, ahí están, cada uno defendiendo su puesto o territorio. Gran parte de la incomprensión de la muerte de nuestros egos se debe a nuestro miedo a perder nuestra individualidad, nuestro carácter y nuestra forma de ser. Tememos trabajar con la ira, por ejemplo, y así volvernos débiles para reaccionar en momentos de defensa. Quizás imaginamos que si eliminamos o luchamos contra el «yo» de la lujuria, podríamos perder la libido y la atracción sexual. ¿Quizás creemos que perder el yo de la codicia nos entorpecerá en nuestros negocios? Por el contrario, en nuestro caso, seguiremos reaccionando con rigor cuando sea necesario, sintiendo placer sexual e incluso negociando y ganando dinero para nuestro sustento y bienestar, sin perjuicio de ningún tipo, porque el Ser, en su sabiduría, siempre actuará de mejor manera que el comportamiento mecánico del ego.
Morir de instante en instante, de momento en momento, significa que tenemos que estar en estado de alerta, vigilantes, para combatir todas nuestras acciones, pensamientos, sentimientos y palabras que puedan perjudicarnos a nosotros y/o a los demás.
También debemos comprender que todo trabajo de autoobservación incluye reacciones físicas, instintivas y mentales. El deseo sexual, por ejemplo, puede generar instintos de excitación, una atracción por la belleza puede hacer que el corazón se acelere, del mismo modo que un estado de alta tensión puede interferir en la memoria, el discernimiento y la atención del cerebro. La mente, por su parte, crea formas, imágenes, escenas, pensamientos, fantasías... relacionadas con las reacciones de los centros y las impresiones no procesadas de nuestros sentidos. El razonamiento, la emoción, la inercia, el instinto y el deseo proyectan en la pantalla del cerebro las respectivas formas mentales creadas en estos centros.
El trabajo de Autoobservación nos lleva a centrar nuestra atención en nosotros mismos como un todo.
A la menor señal de cualquier reacción ante una situación, escena o palabra, pedimos inmediatamente a la Madre Divina que elimine ese ego. Sin embargo, no vamos todo el tiempo pidiéndole que lo elimine... Hay que pedirlo en el momento adecuado. En el momento en que pillamos al ego en acción.
Todo ego tiene protección, comida y un hogar. La protección puede ser nuestra justificación, una excusa para no trabajar, por ejemplo. El alimento del ego proviene de pequeñas acciones y gestos equivocados, o de palabras mal empleadas. La morada, en cambio, está en uno de nuestros centros y sus distintos departamentos. Primero le quitamos su protección, luego su alimento y finalmente lo desalojamos, eliminándolo. Al final, sólo quedarán los comandantes de este ejército, a los que por fin podremos enfrentarnos a cara descubierta, como quien agarra a un toro por los cuernos.
LA PRÁCTICA
"(...) Voy a dar un ejemplo: el árbol está parado en sus raíces principales, ellas no lo alimentan sino únicamente lo sostienen contra los vientos y el peso del mismo para no caerse, no derrumbarse. Y sus raíces pequeñísimas son las que se extienden por la superficie de la tierra, y van absorbiendo la savia para alimentarlo.
Asimismo, es el Ego de nosotros o de la Humanidad. Las raíces gruesas que sostienen al árbol simbolizan los defectos capitales, como la lujuria, la venganza, la ira, el orgullo y otros más. Y las raíces pequeñas representan los detalles, aquellas manifestaciones diminutas que pertenecen a tal o cual defecto, que no creemos que son defectos pero que son la alimentación de él. El ego se alimenta por todos esos detalles diminutos, que tenemos en gran cantidad.
Hay que empezar a auto observarnos para ver los miles y miles de detalles negativos que tenemos, que son los que sostienen el tronco. Así le toca a todo el que quiera salvarse del desastre que viene, ponerse a quitarle la alimentación a ese árbol, que son las raíces diminutas. Detalles negativos como los malos pensamientos, el odio, la envidia que siente uno contra otras personas, la ambición, cogerse monedas y cosas insignificantes, echar mentiras, decir palabras llenas de orgullo, la codicia; en fin, todas esas cosas que son negativas en el fondo, debe empezar uno a desintegrarlas seriamente.
Hay otra chispa divina dentro de nosotros que se llama la Madre Divina, cuya misión es desintegrar los defectos con una lanza que ella posee. Por diminuto que sea el detalle debe pedirle a la MADRE DIVINA interna: "Madre mía, sácame este defecto y desintégralo con tu lanza". Ella lo hará así porque ésa es su misión, ayudarnos en esa forma para irnos liberando. Así no crece más el árbol sino se va desnutriendo, se va secando.
Lo que enseño aquí es para llevarlo a la práctica, a los hechos: donde vaya, esté trabajando o lo que esté haciendo, debe ponerle cuidado a la mente, al corazón y al sexo. Son los tres centros por donde se manifiesta todo defecto y cuando un elemento se está manifestando, sea por cualquiera de estos tres centros, en seguida viene la petición a la Madre Divina, para que ella proceda a desintegrarlo." V.M. Rabolú - Hercolubus o Planeta Rojo
EJEMPLOS:
Acción y reacción
Alguien dice algo que no nos gusta (acción) - Nuestra reacción: Centro emocional - Orgullo o amor propio herido. Luego Intelectual - pensamientos negativos y parloteo contra la persona... – “Qué tonto, qué imbécil... no sabe nada» etc. etc. Trabajo (petición mental): - “¡Madre mía desintegra este defecto!” (con fuerza en la petición y con fe en que la Madre Divina está eliminando ese defecto).
Salgamos a la calle, al shopping, etc. - En el caso de los hombres: El “centinela” ya debe estar listo en el centro sexual (auto-observación). Nuestra reacción: Sexual - Se identifica con el cuerpo de la mujer, su belleza, ¿etc? Emocional - El corazón se acelera. Intelectual – “Qué hermosa, qué deliciosa... qué maravillosa...”. En el caso de las mujeres: La reacción puede estar más en el centro intelectual, en la esfera de los pensamientos y la imaginación. Trabajo: Primero consideramos que la “mirada” fue involuntaria e inevitable, de lo contrario deberíamos desviar nuestra atención. En ambos casos, vemos al "ego" actuando y mentalmente hacemos la petición: “¡Madre mía, desintegra este defecto!”.
En resumen, este es el trabajo de la muerte de los detalles. Decimos “detalles” porque son manifestaciones minúsculas que ocurren durante nuestra vida cotidiana, pero no debemos dejar que se manifiesten, porque entonces los defectos mayores se fortalecerán.
¡Paz Inverencial!
Colaboración: Estudiantes gnósticos de Gnosis para los pocos / S.O.S.